
Las personas que se quieren a sí mismas saben cómo valorar a las personas mucho más fácilmente que las que no saben valorarse a sí mismas. Por eso no debe extrañar que alguien que quiere mejorar como persona también intente ayudar a los demás. Por eso sigo una filosofía de vida que es así: Tú creces, yo crezco y los demás también. Tiene mucho de cierto.
Cuando vemos a una persona que está mejorando gracias a nuestra ayuda nos sentimos realmente bien. Sentimos que servimos para algo en este planeta, que podemos dar una buena ayuda a las personas que necesitan una fuente de apoyo. Quizás no puedas apoyar económicamente, pero moralmente puedes dar mucho y cuando logras sacar una sonrisa en las caras de las personas, ya sean tus amigos, familiares o vecinos te sientes tan bien que parece que hay una atmósfera más tibia.
El domingo salí con unos amigos a pasear por un centro comercial. Nuestra intención era divertirnos conociendo otras personas del sexo opuesto. Yo ya había vencido uno de mis miedos por estar practicando más seguido, pero ellos a quienes veía después de tiempo, no hacían mucho de su parte. Así que decidí motivarles. Les dije cosas motivadoras y al final nos llenamos de una energía tan desbordante que nos sentíamos capaces de todo. Realmente esta experiencia me enseño lo bueno que es ayudar a los demás.